Todos los santos

Como es costumbre todos los años en esta fecha señalada, además de las misas en horario como los domingos, este próximo viernes, día 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, se rezará el rosario en el cementerio a las 16.30 h., y a continuación, alrededor de las 17 h., se celebrará la santa misa.

Aprovechamos para recordar a todos los fieles, que el sábado, día 2 de noviembre, es el día de los fieles difuntos, y habrá una misa a las 11 h. dedicada a ellos.

Estos dos días a veces se confunden, y por ello reproducimos este texto que explica la diferencia:

La Iglesia celebra el 1 de noviembre la festividad de Todos los Santos, es decir, todas aquellas personas anónimas que ya son santos. Esta fiesta nos recuerda que todos somos llamados a la santidad en esta vida.

Como afirmó el arzobispo de Sevilla, monseñor Asenjo, «la Iglesia tiene una fecha en la que honra no sólo a los santos cuya santidad heroica ha sido reconocida oficialmente por la Iglesia, sino también a la multitud de «santos desconocidos», que arriesgaron su vida por los hermanos, los mártires de la justicia y la libertad, los santos de lo sencillo y lo cotidiano, que de forma anónima, desde la sencillez de una vida poco significativa a los ojos del mundo, en el servicio a su familia, en el trabajo, en la vida sacerdotal o religiosa han hecho de su vida una hermosa sinfonía de fidelidad al Señor y entrega a los hermanos, viviendo el ideal de las Bienaventuranzas».

Por otro lado, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra. El día de los difuntos es realmente el día 2. A este respecto, el Papa Francisco nos aclaró hace tiempo: «Ayer celebramos la solemnidad de Todos los santos, y hoy la liturgia nos invita a conmemorar a los fieles difuntos. Estas dos celebraciones están íntimamente unidas entre sí, como la alegría y las lágrimas encuentran en Jesucristo una síntesis que es fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza. En efecto, por una parte la Iglesia, peregrina en la historia, se alegra por la intercesión de los santos y los beatos que la sostienen en la misión de anunciar el Evangelio; por otra, ella, como Jesús, comparte el llanto de quien sufre la separación de sus seres queridos, y como Él y gracias a Él, hace resonar su acción de gracias al Padre que nos ha liberado del dominio del pecado y de la muerte»

El recuerdo de los difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios son testimonios de confiada esperanza, arraigada en la certeza de que la muerte no es la última palabra sobre la suerte humana, puesto que el hombre está destinado a una vida sin límites, cuya raíz y realización están en Dios». «La tradición de la Iglesia siempre ha exhortado a rezar por los difuntos, en particular ofreciendo por ellos la celebración eucarística: es la mejor ayuda espiritual que podemos dar a sus almas, especialmente a las más abandonadas» (Francisco, Ángelus 2 de noviembre 2014).

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