A TODOS LOS MIEMBROS, VOLUNTARIOS Y AMIGOS DE MANOS UNIDAS

Os compartimos la carta que el Consiliario Padre Joaquín ha enviado a los amigos de Manos Unidas:

Queridos y aislados (sólo físicamente) amigos:

Un abrazo grande y el mejor deseo de paz y esperanza.

Vivimos una situación absolutamente inesperada. Todo parado; parece que coincidió el final de la Campaña con una parálisis total. Hasta que cambie la situación, ¿es lícito pensar que “no hay nada que hacer”? ¡Nunca! Nosotros no podemos pararnos, tenemos mucho que hacer.

Aunque nos hayan cerrado las puertas, nuestra mente ha de seguir muy libre para reflexionar, y nuestro corazón abierto para amar sin fronteras. Reflexionemos como miembros de esta parte del mundo que se siente tan adelantada y tan segura: ¡Qué frágil era lo que parecía poderoso y hasta invencible! ¡Cómo queda patente la inseguridad humana! Dios quiera que descubramos la seguridad en Dios y la esperanza en Quien nunca nos falla.

Escuchamos constantemente las informaciones, nada tranquilizadoras, siempre portadoras de inseguridad y de miedo. Pero siempre confiados en que esto se acabará y volveremos a sentirnos seguros. ¿Todos?

Desgraciadamente, podemos hacer con fundamento una triste conjetura: Después de terminarse en China, se terminará en Europa, dejando muertos y desolación, es cierto. Pero vendrá después América Latina, vendrá África, vendrán muchos pueblos de Asia y de todos esos lugares que llamamos “tercer mundo”. Y allí sí que serán demoledoras las consecuencias.

¿Qué hará entonces este “primer y segundo mundo”? También por desgracia, nos atreveríamos a conjeturar que se tomará un tiempo para restaurar “su” economía y mejorar “sus” medios sanitarios y de seguridad. Por supuesto, necesitará tantos recursos que durante años “no podrá” atender al resto del mundo, donde aumentará el hambre, la miseria y el horror. Pero quizá el occidente rico se “alivie” no dando noticias de sitios tan lejanos, y tranquilizando conciencias porque “no se puede hacer nada, las necesidades de aquí son gravísimas y urgentes”. Y nosotros, que conocemos lo que significa “necesidades” y “urgencias” según qué parte del mundo, no podremos quedarnos tranquilos.

No podemos actuar como de costumbre. Pero hemos de estar abiertos a todas las posibilidades de ayuda. No sólo hemos de protegernos personal y socialmente; por supuesto que no podemos descuidar a los pobres “de aquí”. Pero nuestro compromiso fundacional y significativo en la sociedad y en la Iglesia, quizá nos convierte ahora en la viva presencia, la voz, ¡el grito!, de los que no serán oídos ni vistos en esta parte del mundo.

Hay mucho que hacer. El momento no es fácil. “Nadie da lo que no tiene”, y por eso hemos de llenarnos de lo que debemos dar: paz interior, seguridad, esperanza y, por supuesto, optimismo y alegría. Es nota característica de MM UU no ceder ante miedos ni indecisiones. El Señor nos lo dará en la medida que lo demos, y nos lo recompensará con más paz y más seguridad. ¡Y siempre dando gracias a Dios por invitarnos a llevar luz y consuelo!

Sigamos las órdenes y sugerencias civiles y eclesiásticas, y cada uno hagamos lo que esté en nuestras posibilidades. Desde luego, rezar, hablar, escribir, sentir, confiar, acompañar, consolar, animar.

Y nosotros, más unidos que nunca. Una oración especial por las personas y las familias que sufren más intensamente esta crisis por soledad y aislamiento, penuria, enfermedad, acaso muerte. No olvidemos a los sanitarios, agentes de seguridad y todos los profesionales que, muy por encima de su responsabilidad profesional, están trabajando por el bien de todos.

Y como siempre, juntos en la oración y a la espera de darnos un abrazo. Un abrazo en el mismo sitio de siempre, un abrazo entre las mismas personas. Pero entre personas que, ¡Dios lo quiera!, pensarán de forma distinta, creerán con más fe y amarán con más fuerza.

Dios os bendiga con todos vuestros seres queridos.

Un abrazo en Cristo. Siempre vuestro, Joaquín

También te podría gustar...